Por circunstancias de la vida, se me cuadró bien lo de poder ir este año a Góis, así que empecé a avisar a los miembros del grupo y a otros colegas para ver si se animaba alguien a acompañarme. Aunque muchos eran los interesados, sólo se apuntaron Luis y Germán, pero con la condición de salir por la tarde ya que ellos no podían desatender sus respectivos negocios. Miro la ruta que me recomendaba la guía repsol de internet y veo que hay que pillarse autovías portuguesas: para colmo, Luis propone que lo mejor es rodar por el país vecino lo menos posible para evitar tener que repostar mucho, ya que la gasolina está mucho más cara. No hay problema. Miro mis mapas de carretera y cojo el trayecto más derecho desde España hasta Góis y todo está listo. El viernes 14 de agosto a las 17:20 estamos saliendo de la Nueva Andalucía (venta situada en la A-92) con intención de coger en Sevilla la autovía de la Ruta de la Plata y subir a "toda leche" hasta Cáceres para que cundieran los kilómetros.
Antes de llegar a Mérida hacemos un alto para repostar y al llegar al surtidor nos encontramos a un chico llenando su sportster modificada por él mismo. -¿Vas para Góis?...-Si. ¿Y vosotros?... -También. Si te apetece vente con nosotros..... Y así, nos juntamos cuatro monturas para hacer el camino. Hasta Cáceres nada que reseñar... Mucha autovía, mucho tráfico y muchos kilómetros pasando bajo nuestras ruedas. Al llegar a Cáceres nos desviamos hasta Malpartida de Cáceres, donde tomaríamos la carretera que nos llevaría a entrar a Portugal por el puente romano de Alcántara. Nuestro objetivo era llenar los depósitos antes de entrar en Portugal y así lo hicimos. Al llegar a la frontera el crepúsculo nos dejaba poca luz natural, justo cuando las curvas empezaban a multiplicarse. Al entrar en Portugal sólo teníamos que seguir las indicaciones de Castello-Branco, al que llegamos sobre las 22:30 más o menos. Como vimos las indicaciones del McDonals en la circunvalación decidimos acercarnos por allí para cenar algo antes de continuar. Tras llenar la tripa volvimos a las motos para hacer los aproximadamente 130 kms que nos separaban de Góis. Intuíamos que la carretera iba a ser de curvas por las indicaciones del mapa, pero lo que no sospechábamos, era lo largo que se nos iba a hacer el camino... Entre la noche cerrada, los bosques que rodeaban la carretera y que no dejaban ver nada a nuestro alrededor, frío, viento fuerte y para colmo niebla... ¡Parecía que algún "zaborío" se estaba llevando a patadas el pueblo más lejos!... Al no conocer la carretera íbamos con mucho tiento, menos Jairo, que pasaba la carretera como si la conociera de toda la vida. ¡"joputa", cómo le pega a la moto a pesar de la horquilla springer!. Al salir de un pueblo, cuando ya nos estábamos planteando montar las tiendas al lado de la carretera, vimos a Jairo que nos esperaba al lado de un cartel que ponía Góis a 40 kms...Vimos algo de luz y eso nos animó a continuar nuestro camino.
Al salir de la tienda nos encontramos un tiempo fresco y un paisaje magnífico, donde el recinto de la concentración queda rodeado de montañas envueltas por bosques de pinos y un río atraviesa el entorno donde se desarrolla la concentración, habiendo varios puentes de madera para acceder de un punto a otro.
Después de asearnos un poco salimos a tomar café y a desayunar algo para explorar el terreno a fondo. Aquello empieza a tener otro color y comenzamos a verle el atractivo al sitio. Un tío de Jairo, que monta un puesto de camisetas, nos orienta un poco sobre lo que podemos hacer hasta la tarde y nos invita a que nos acerquemos hasta la zona de los chiringuitos ubicados junto a la playa fluvial donde toda la "peña" se acerca para darse un baño. En el camino encontramos dónde se encuentra la zona reservada para el Bike-Show y vemos algunas motos que van entrando para el concurso y la exposición, que no será hasta por la tarde. Junto al paseo del río vamos viendo cientos de motos aparcadas, furgonetas, tiendas montadas en los arriates o junto al río; pasamos el puente romano y ya llegamos a los chiringuitos. Allí estaba el famoso chiringuito con las mesas dentro del río pero no logramos coger asiento en esas mesas, aunque sí pillamos un sitio privilegiado junto a una de las playas del río donde, con cerveza en mano, veíamos pasar la gente y a las portuguesas bañarse. Sabíamos que eran portuguesas porque ya nos habían advertido que casi todas se bañan en tanga, así que nos dedicamos a disfrutar de las vistas y de la Sagre frequita durante un buen rato. Al levantarnos para seguir investigando, nos encontramos con Schumaker que había venido a hacer un reportaje para la revista. Nos indicó que por la noche la zona de los chiringuitos está muy animada con música en directo y bastante peña por allí. De paso nos recomendó una plaza del pueblo llena de puestos de comidas caseras que por poco dinero ofrecían menús para los motoristas. Le hicimos caso y nos acercamos a comer allí. Buen precio y comida casera con buen sabor.

Al salir del Bike-Show, bien entrada la tarde empezó mi "sanbenito"... Mi estómago empezó a avisarme de que algo no iba bien. Pensé que se estaba quejando porque el arroz del almuerzo ya estaría en los pies y nos fuimos a comer una pizza entre los cuatro... La cosa iba a peor... Empecé a notarme muy flojo así que decidí tumbarme un rato en la tienda mientras que los demás se iban a la entrada de la concentración a ver entrar y salir motos. Cuando me llamaron para ir a cenar casi no podía tirar de mi cuerpo y el malestar del estómago era insoportable, así que eché mano de uno de los rollos de papel que nos dieron en la inscripción y me metí en uno de los servicios de un chiringuito, ya que los servicios comunes de la concentración estaban que daban pena a pesar de que lo limpiaban con asiduidad. Mientras que Luis y el resto hablaban con un grupo de los "Jartibles" de Palomares del Río, yo me senté en una silla porque no podía tirar de mi cuerpo, y cuando el malestar llegó a su punto más elevado con calambres en el estómago y las manos temblorosas, me acerqué ayudado por mis compañeros de viaje a una ambulancia que había aparcada por allí cerca. Tras comprobar que mis constantes vitales eran correctas, decidieron llevarme al hospital para averiguar por qué me sentía tan flojo y se me venía el cuerpo abajo. Tras una hora, aproximadamente, deciden pincharme algo para aliviar el malestar del estómago y me recomiendan que coma algo suave y que descanse. Con el pinchazo me encontré algo mejor y nos fuimos a un bar situado en una calle que a mi me recordó la calle Infierno de Jerez, donde un montón de descerebrados hacían el cafre con sus motos a pesar de los avisos de las autoridades. Al volver al recinto de la concentración opto por dejar a mis compañeros de viaje allí para irme a la tienda, ya que no iba a ser una buena compañía esa noche. En esta ocasión no me molestó nada: ni la música del grupo de heavy que tocaba en la carpa, ni los cortes de encendido del subnormal que estaba acampado frente a nosotros, ni los ronquidos de Luis... Caí en coma, y sólo abrí lo ojos cuando mi compañero de "cuarto" entro en la tienda para acostarse. 1200 kms recorridos en el fin de semana para quedarme el sábado acostado en la tienda; ¡Manda huevos!
Con la raja del culo casi borrada después de tantas horas montados en las motos, llegamos a casa sobre las 21:00 horas.
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