Por una cosa u otra, llevaba todo el verano sin poder salir a hacer una ruta de fin de semana; ni en moto, ni en coche, ni en nada.... Simplemente este verano se ha presentado de una forma que no ha dejado tiempo para poder salir unos días y desconectar de todo, pero las cosas hay que afrontarlas como van llegando y hay que adaptarse... ¿¿Sólo dos fines de semanas sin compromisos y sin tener que currar mi novia?? Pues hay que aprovecharlos... Tenía en mente algunos posibles destinos para visitar este verano y por casualidades me encontré en la red un cartel publicitario de las fiestas medievales en la localidad de Alburquerque (Badajoz) y enseguida mi cerebro me llevó al año 2007, puente de mayo: mi colega Tan, nuestras respectivas parejas y yo pasamos por esa localidad camino de Ciudad Rodrigo desde Badajoz, y me quedé con la imagen grabada del enorme castillo que corona el montículo de piedra sobre el que se asienta la localidad, así que mandé un par de wasshap al grupo de amigos con los que suelo rodar con la propuesta para irnos de fin de semana y no tardaron mucho en apuntarse algunos colegas.
El pasado sábado 16 de agosto nos vimos con los ojos legañosos en la Nueva Andalucía, que es una venta de carretera junto a la A-92 a la altura de Paradas que ya nos ha servido en más de una ocasión como punto de encuentro. Con los depósitos llenos nos pusimos a las 7:30 de la mañana en dirección Sevilla cinco motos con dos tripulantes cada una. Poco tráfico a esa hora y el sol apareciendo a nuestras espaldas como si quisiera alcanzarnos para abrasarnos con su calor. Siguiendo la SE-30 conectamos en pocos minutos con la A-66. El plan era adelantar por la autovía algunos kilómetros para llegar a la hora de comer a nuestro destino, así que subimos por una autovía casi desierta hasta que nuestros estómagos empezaron a rugir exigiendo un buen desayuno que calmara su hambre matutino. Santa Olalla del Cala como tantas otras veces fue el lugar elegido para desayunar y comenzar a subir la N-630, antigua Ruta de la Plata, encontrando a nuestro paso frecuentes indicaciones del camino de Santiago. La verdad es que fue un gustazo rodar por esa carretera prácticamente vacía, a pesar de que una vez que pasamos la localidad de Monesterio el paisaje se vuelve árido y llano y te asalta una sensación de desasociego cuando ves los negocios que te vas encontrando en el camino devastados y abandonados por la falta de clientes por culpa de la autovía. Está claro que para aquellos a los que sólo les interesa llegar a su destino la autovía es el medio más rápido para alcanzarlo, pero ¿dónde queda el espíritu romántico de los viajes por carretera? Cuando el camino en sí es el propio destino... Supongo que por eso siempre que puedo rodar por alternativas a la autovía no me lo pienso.
Pocos kilómetros después de pasar Mérida llegamos al desvío que nos llevaría a Alburquerque, así que aprovechamos nuestro paso por la pequeña localidad de Aljucén para tomar una cerveza para refrescarnos y acercarnos hasta la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol (siglo XVI). Desde aquí comenzamos a rodar por EX-214 pasando junto a multitud de explotaciones ganaderas envueltas por dehesas salpicadas de encinas. El asfalto estaba en buenas condiciones y el trazado te permitía mantener un ritmo constante sin tener que tocar freno ni embrague. Serían los últimos 20 kilómetros cuando la cosa se animó comenzando a levantarse el terreno y rodamos entre colinas hasta que a lo lejos, camuflada entre las rocas de una de ellas se vislumbraba la silueta del castillo de la localidad. A medida que te ibas acercando iban contemplando el aspecto imponente de la fortaleza. Al llegar a la localidad lo primero que hicimos fue buscar alojamiento ya que salimos a la aventura sin nada concertado. Por desgracia, se ve que la fiesta medieval que se celebraba ese fin de semana tiene bastantes visitas porque todos los alojamientos estaban cubiertos. La primera reacción fue buscar alojamiento en alguno de los pueblos cercanos ya que aún era temprano pero nuestro intento no obtuvo resultados positivos a pesar de la ayuda de algunos paisanos. Plan B: buscar por internet un hotel en Badajoz, que está a 44 kms de Alburquerque. ¡Bingo! Cerca del centro por 40 euros y derecho a garaje (hotel Lisboa). Después de hacer la reserva y así saber que nuestros cuerpecitos podrían dormir bajo techo nos fuimos a comer tranquilos y luego a disfrutar de la localidad. Cafelito en la Ermita, un bar montado en lo que en otros tiempos fue una antigua ermita y a partir de ahí a zambullirnos de lleno en el barrio medieval de la localidad mientras subíamos por las empinadas calles decoradas para la ocasión hasta el castillo. A pesar de que las 17:00 horas en pleno agosto no es la hora más adecuada para subir empinadas cuestas o para andar por las murallas de una antigua ciudad fronteriza fue un rato muy agradable que disfrutamos a pesar del calor.
Una vez concluida nuestra visita comenzamos a bajar hasta Badajoz, encontrando fácilmente nuestro hotel situado muy cerca del río Guadiana. Motos al garaje, nosotros a la ducha, gallumbos limpios y a caminar hacia el centro de la ciudad para buscar un lugar para cenar y otro para tomarnos unos gin-tónics para la digestión en una plaza céntrica del casco histórico. En nuestro paseo nocturno tuvimos ocasión de caminar por el puente de Palmas, las murallas de la alcazaba, la Puerta de Palmas, junto a la catedral, contemplamos la Giraldilla e hicimos una parada para el cubatita en la Plaza Alta. Pero a las dos de la madrugada los cuerpos ya no estaban para muchas alegrías y decidimos volver al hotel a descansar ya que el toque de diana se acordó para las 9:30 estar encima de la moto.
Para el itinerario de regreso se acordó volver por la N-435 que une Badajoz con Huelva y que curiosamente tiene un trazado ideal para rodar en moto a parte de pasar junto a varias localidades de interés turístico entre las que escogimos Jerez de los Caballeros para tomarnos un refrigerio a la hora de la cerveza y ver algunos de los rincones más particulares de esta villa templaria. Continuando nuestro camino hacia el sur nos encontramos una pequeña piscina natural junto a la carretera donde algunos del grupo se dieron un refrescón. Después de un buen puñado de curvas enlazamos con la nacional de Aracena-Lisboa (N-433) haciendo un alto para almorzar en Galaroza antes de concluir nuestro camino hasta la campiña sevillana. He de reconocer que el calor apretó desde que comenzamos a dejar atrás la sierra y los últimos 80 kms desde Sevilla se hicieron un tanto pesado para todos los miembros de la expedición, aunque cuando llegó la hora de separarnos todo fue puro ánimo para intentar repetir una experiencia similar más pronto que tarde, ya que, aunque íbamos cansados, todos quedamos con esa sensación agradable de haber pasado un fin de semana cojonudo.
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Extremadura Infinita, Febrero 2024
Hace 7 meses
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