Domingo 8:00 de la mañana. Suena el despertador. Al contrario que otros domingos me cuesta levantarme. El resfriado que llevo acarreando varios días me tiene muerto, pero hace unas semanas ya dejé tirados a mis compañeros por culpa de otro costipado y además llevo dos semanas sin coger la moto. La parienta, que también arrastra un resfriado decide quedarse en la cama y yo, imbécil de mí, pudiendo quedarme calentito en la cama donde pueden darme calor, decido bajar hasta la cochera para partir hacia el lugar donde habíamos quedado. Desde mi casa hasta la sede (Benjumea) donde siempre desayuno, siento en mis cara los 3ºC de temperatura, ya que al empañarse las gafas me veo obligado a llevar la pantalla levantada para poder ver por donde voy.
Tras un rápido café caliente y una tostada pongo rumbo hacia el lugar de encuentro: ¡Joder que frío!, y para colmo las gafas se siguen empañando. ¿Quién me manda a mi coger la moto? ¡Aaatchiiis! ¡Mierda! Me entra un ataque de estornudos justo donde están las cuatro únicas curvas cerradas de todo el recorrido. ¿Pero quién me manda a mi salir con el frío que hace? Tras quince minutos rodando en solitario llego al punto de reunión, donde ya están los colegas esperando e impacientes por arrancar las motos. Tras unos saludos, bromas y quejas sobre el frío nos ponemos en marcha.
Voy rodando con mi moto y veo delante y detrás de mi, algunos compañeros con los que ya he pasado frío antes, con los que me he mojado y con los que he pasado por carreteras que es mejor no recordar. Sigo sintiendo frío en mis manos y en mis pies y algo de aire se cuela por el cuello porque no me he colocado bien las bragas. ¡Mañana seguro que estaré hecho una mierda!, pero ahora veo las cosas de otro modo. Voy pendiente de mis compañeros de ruta, me centro más en el ruido de nuestras monturas, miro el paisaje que acompaña el recorrido y ya no pienso en lo mal que se pasa con el frío encima de la moto o en lo calentito que podía estar en la cama. Ahora estoy disfrutando de lo que más me gusta. Y cuando paramos a tomar un café para entrar en calor y comenzamos a hablar sobre cómo está transcurriendo el día, a bromear sobre el frío que llevamos, a reírnos de los disparates que dicen unos y otros, recuerdo porqué me tiene tan enganchado esta afición y porqué merece la pena pasar frío en invierno y calor en verano.
Hoy miércoles todavía se me están cayendo los mocos hasta el ombligo, pero ya estoy pensando a dónde podremos ir en la próxima salida, y es que sarna con gusto.....
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