Martes 12 de octubre: fiesta nacional. Hoy no se curra, así que habíamos quedado unos cuanto colegas para darnos una vuelta en moto. Al sonar el despertador me levanto como los muñecos esos de muelles que salen de las cajas. Ya llevaba un buen rato despierto esperando que sonara la alarma del despertador...esa en la que me cago cada mañana que me despierta para ir al trabajo pero que espero con impaciencia cada vez que voy a salir con la moto. Lo primero que hago es acercarme hasta el balcón y asomarme para ver como está el día (cuando me fui a la cama estaba cayendo una tormenta). ¡Mierda! el suelo está mojado y el cielo plomizo, seguro que comienzan a llegar mensajes diciendo que así no salen...pipi-pipi-pipi... cojo el móvil mientras siento miedo de mi mismo. Efectivamente el personal comienza a echarse atrás. Hablo con Jesús y Mila y dicen que ¡p'alante!. Un par de llamadas después, recurriendo al viejo truco de "gallina" y "pues el tío del tiempo ha dicho...", estamos todos los que habíamos quedado en la carretera rumbo a Córdoba, desde donde comenzaríamos la ruta propiamente dicha.
Para mí ha sido un verdadero placer volver a rodar con amigos con los que las circunstancias no me han dejado hacerlo tanto como hubiese querido, y por eso iba casi todo el tiempo detrás disfrutando de la imagen que daban las motos moviéndose al mismo compás por la carretera, rodando a buen ritmo por carreteras espectaculares que nos han llevado a lugares recónditos que albergaban secretos escondidos, como la antigua ciudad de Sisapo, que está siendo sacada a la superficie con tranquilidad, pero de la que pudimos contemplar algunos de sus mosaicos y de sus antiguas columnas. Allí mismo, entre piedras y con unas estampas preciosas de valle de Alcudia dimos cuenta de nuestros bocadillos, disfrutando de la compañía y de las bromas de unos y otros.
Para volver a Andalucía, atravesamos Sierra Madrona, por una carretera alucinante que te dejaba rodar a buen ritmo entre subidas y bajadas, inclinando a un lado y a otro, con un paisaje difícil de olvidar. Pero ahí no acabaron las sorpresas; decidimos internarnos por una pequeña y estrecha carretera de montaña que se internaba en el P.N. de Sierra de Montoro y Cardeña donde nos hartamos de curvas en sus 40 kilómetros, pero que al abrirse las paredes de árboles que la circundaban apareció ante nosotros unas vistas más espectaculares si cabe, de hecho, al igual que nosotros había algunos coches parados contemplando el espectáculo.
La ruta genial, las carreteras de primera, pero como siempre, lo mejor, la compañía.
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