Ya estamos a jueves y hemos sobrepasado el ecuador de nuestra semana de vacaciones. Hoy al mirar por la ventana no tengo las mismas vistas que los días anteriores ya que lo único que veo es la gran pared de las antiguas murallas de la ciudad. Hoy nos toca internarnos por los famosos valles de Extremadura, así que a las 9:00 ya estamos dando un paseo por el Barrio de los Caballeros en el casco histórico, que lo tenemos a dos pasos, para pegarnos un buen desayuno antes de comenzar la ruta del día. Tras un desayuno en condiciones en una acogedora plaza céntrica rodeada de palacios e iglesias, visitamos la iglesia de San Nicolás, donde el capellán, por el precio de 1€ por persona nos estuvo explicando todas las particularidades de esta bella iglesia, que conserva una de las dos pilas bautismales en las que aún se hacen bautizos por inmersión. Desde aquí, nos acercamos hasta el Parador de Turismo, que nos habían aconsejado visitar, por encontrarse en un antiguo palacio y poder recorrer las estancias comunes. El patio enclaustrado era una pasada, al igual que los jardines con la piscina...Lástima no ser ricos.
Sobre las 11:30 salimos de las murallas y abandonamos la ciudad por la N-110 en dirección Ávila, para rodar durante algunos kilómetros por el Valle del Jerte. No recordaba esta carretera así cuando la pasé en el 2000. Ahora es casi una autovía sólo que de un carril y cuando la pasé entonces parecía la carretera de La Jara, aunque sin tantas curvas. No nos adentramos mucho en el valle, ya que sólo rodamos durante unos 15 kms junto al río Jerte, desviándonos a nuestra derecha en dirección al Puerto de Piornal. ¡Menuda maravilla!. El asfalto debe ser reciente ya que está en unas condiciones óptimas, el ancho es considerable y el trazado es simplemente espectacular, rodeando por miles de cerezos vestidos con un color verde muy vivo. ¡Debe ser todo un espectáculo en primavera con los cerezos en flor! Una vez que subimos hasta Piornal, que estaba en fiestas, tocaba descender del puerto hasta nuestro primer destino del día: Garganta la Olla. Aquí la carretera cambió de forma radical. Se volvió estrecha, un tanto más rugosa y mucho más revirada, internándose en medio de un bosque frondoso que sólo nos dejó contemplar el valle de la Vera una vez que fuimos acercándonos a la localidad. Como iba siendo costumbre, procuramos aparcar las motos en el centro del pueblo: una plaza muy concurrida llena de gentes que sorprendieron al ver estas motos tan ruidosas. Tras el refrigerio en una de las terrazas, donde probamos el peculiar vino de pitarra ("el que lo bebe la agarra"; dicho popular) nos dimos una vuelta por sus calles y plazas disfrutando de todos sus atractivos y peculiares balcones de madera, descubriendo el pasado glorioso de nuestro amigo Manolo y su familia Carvajal. Una señora mayor se ofreció a enseñarnos la iglesia de la localidad y a explicarnos un poco su historia. La sorpresa fue cuando nos dijo que se cobraba 1€ por persona para el mantenimiento de la iglesia y nos exigió otro tanto por su labor de guía...jajaja. No me extraña que tuviera tanto interés en que todos los que estábamos por los alrededores entráramos a verla.
Continuando nuestro itinerario hacia el valle nos encontramos otra de las paradas previstas: el monasterio de Yuste. Un edificio de grandes proporciones y sobrio en el que el emperador Carlos I de España y V de Alemania pasó en retiro sus últimos días. Por la visita nos soplaron 9€, pero lo que nos calló peor es que poco después nos informaron en la oficina de turismo de Plasencia que los miércoles y los jueves por la tarde a partir de las 17:00 la visita es gratis. Faltaba poco más de una hora y media y no nos dijeron nada para sacarnos los cuartos los muy m..... Bueno ya lo sabéis vosotros para no caer en ese fallo.
Tras la visita bajamos hasta el valle al pueblo de Cuacos de Yuste, donde volvimos a adentrarnos hasta la plaza principal para comer en una taberna bajo sus soportales de madera. A pesar de era tarde y estaban cerrando la cocina se ofrecieron a regañadientes a prepararnos una ensalada y unos bocadillos que saciaron nuestra hambre. Allí conocimos a un señor que nos recomendó que nos acercáramos hasta Losar de la Vera para darnos un baño en la garganta de Cuartos así que después de comer y dar una vuelta por la localidad y visitar la casa de D. Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos I, (¡cuánta historia hemos aprendido!) tomamos la EX-203 que recorre todo el valle y nos dirigimos hacia Jarandilla de la Vera, de donde nos habían aconsejado visitar el parador de turismo que se encuentra en un antiguo castillo de los Condes de Oropesa. Tras la fugaz visita continuamos hacia Losar y a unos 3 kms encontramos la garganta de Cuartos, que estaba hasta "la bola" de gente bañándose bajo el antiguo puente romano del que algunos locos saltaban haciendo cabriolas en el aire a pesar de la prohibición. El lugar era muy guapo pero está demasiado explotado con un montón de chiringuitos en los alrededores. Eché de menos los baños en las anteriores piscinas naturales. Manolo se fijó que al salir de Losar había un bar con una moto colgada en su terraza así que decidimos parar para ver qué era, una vez que comenzáramos el regreso hacia Plasencia.
Desgraciadamente estábamos tan a gusto que salimos tarde del baño y cuando pasamos junto al bar-restaurante Pelíkano sólo nos dio tiempo a hacer una foto a la moto que tenían colgada. Su dueño se acercó hasta nosotros para invitarnos a entrar y a enseñarnos la colección de motos que tenía, pero declinando la oferta y con la promesa de pararnos la próxima vez que pasemos por aquí, tuvimos que proseguir nuestro camino de regreso a Plasencia. Como las motos no iban cargadas, la carretera era una maravilla y la mayor parte de las curvas eran rápidas, fuimos a buen ritmo y llegamos sobre las 21:30 al hostal, donde nos encontramos por la calle a unos músicos tocando música tradicional como reclamo para el festival folk. Fueron ellos los que nos recomendaron que no nos perdiéramos el concierto de Gwendal: un grupo francés que hace música celta. Tras la cena a base de tapas de la tierra regadas con diferentes tipos de vino de pitarra en el mesón de "la Pitarra del Gordo", nos encaminamos hacia una de las murallas de la ciudad, que era donde se celebraba el festival. Allí, entre multitud de todo tipo de personas de diversas edades y condición, disfrutamos de un concierto que nos hizo saltar y bailar al ritmo de un virtuoso violinista y un fenomenal flautista hasta las 2:00 de la madrugada.
Recordando todo lo que habíamos visto durante el día nos quedó el mal sabor de boca de no habernos acordado del cementerio de los alemanes cerca del Monasterio de Yuste, pero eso es otra excusa perfecta para volver a esta estupenda tierra llena de contrastes.
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Sobre las 11:30 salimos de las murallas y abandonamos la ciudad por la N-110 en dirección Ávila, para rodar durante algunos kilómetros por el Valle del Jerte. No recordaba esta carretera así cuando la pasé en el 2000. Ahora es casi una autovía sólo que de un carril y cuando la pasé entonces parecía la carretera de La Jara, aunque sin tantas curvas. No nos adentramos mucho en el valle, ya que sólo rodamos durante unos 15 kms junto al río Jerte, desviándonos a nuestra derecha en dirección al Puerto de Piornal. ¡Menuda maravilla!. El asfalto debe ser reciente ya que está en unas condiciones óptimas, el ancho es considerable y el trazado es simplemente espectacular, rodeando por miles de cerezos vestidos con un color verde muy vivo. ¡Debe ser todo un espectáculo en primavera con los cerezos en flor! Una vez que subimos hasta Piornal, que estaba en fiestas, tocaba descender del puerto hasta nuestro primer destino del día: Garganta la Olla. Aquí la carretera cambió de forma radical. Se volvió estrecha, un tanto más rugosa y mucho más revirada, internándose en medio de un bosque frondoso que sólo nos dejó contemplar el valle de la Vera una vez que fuimos acercándonos a la localidad. Como iba siendo costumbre, procuramos aparcar las motos en el centro del pueblo: una plaza muy concurrida llena de gentes que sorprendieron al ver estas motos tan ruidosas. Tras el refrigerio en una de las terrazas, donde probamos el peculiar vino de pitarra ("el que lo bebe la agarra"; dicho popular) nos dimos una vuelta por sus calles y plazas disfrutando de todos sus atractivos y peculiares balcones de madera, descubriendo el pasado glorioso de nuestro amigo Manolo y su familia Carvajal. Una señora mayor se ofreció a enseñarnos la iglesia de la localidad y a explicarnos un poco su historia. La sorpresa fue cuando nos dijo que se cobraba 1€ por persona para el mantenimiento de la iglesia y nos exigió otro tanto por su labor de guía...jajaja. No me extraña que tuviera tanto interés en que todos los que estábamos por los alrededores entráramos a verla.
Continuando nuestro itinerario hacia el valle nos encontramos otra de las paradas previstas: el monasterio de Yuste. Un edificio de grandes proporciones y sobrio en el que el emperador Carlos I de España y V de Alemania pasó en retiro sus últimos días. Por la visita nos soplaron 9€, pero lo que nos calló peor es que poco después nos informaron en la oficina de turismo de Plasencia que los miércoles y los jueves por la tarde a partir de las 17:00 la visita es gratis. Faltaba poco más de una hora y media y no nos dijeron nada para sacarnos los cuartos los muy m..... Bueno ya lo sabéis vosotros para no caer en ese fallo.
Tras la visita bajamos hasta el valle al pueblo de Cuacos de Yuste, donde volvimos a adentrarnos hasta la plaza principal para comer en una taberna bajo sus soportales de madera. A pesar de era tarde y estaban cerrando la cocina se ofrecieron a regañadientes a prepararnos una ensalada y unos bocadillos que saciaron nuestra hambre. Allí conocimos a un señor que nos recomendó que nos acercáramos hasta Losar de la Vera para darnos un baño en la garganta de Cuartos así que después de comer y dar una vuelta por la localidad y visitar la casa de D. Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos I, (¡cuánta historia hemos aprendido!) tomamos la EX-203 que recorre todo el valle y nos dirigimos hacia Jarandilla de la Vera, de donde nos habían aconsejado visitar el parador de turismo que se encuentra en un antiguo castillo de los Condes de Oropesa. Tras la fugaz visita continuamos hacia Losar y a unos 3 kms encontramos la garganta de Cuartos, que estaba hasta "la bola" de gente bañándose bajo el antiguo puente romano del que algunos locos saltaban haciendo cabriolas en el aire a pesar de la prohibición. El lugar era muy guapo pero está demasiado explotado con un montón de chiringuitos en los alrededores. Eché de menos los baños en las anteriores piscinas naturales. Manolo se fijó que al salir de Losar había un bar con una moto colgada en su terraza así que decidimos parar para ver qué era, una vez que comenzáramos el regreso hacia Plasencia.
Desgraciadamente estábamos tan a gusto que salimos tarde del baño y cuando pasamos junto al bar-restaurante Pelíkano sólo nos dio tiempo a hacer una foto a la moto que tenían colgada. Su dueño se acercó hasta nosotros para invitarnos a entrar y a enseñarnos la colección de motos que tenía, pero declinando la oferta y con la promesa de pararnos la próxima vez que pasemos por aquí, tuvimos que proseguir nuestro camino de regreso a Plasencia. Como las motos no iban cargadas, la carretera era una maravilla y la mayor parte de las curvas eran rápidas, fuimos a buen ritmo y llegamos sobre las 21:30 al hostal, donde nos encontramos por la calle a unos músicos tocando música tradicional como reclamo para el festival folk. Fueron ellos los que nos recomendaron que no nos perdiéramos el concierto de Gwendal: un grupo francés que hace música celta. Tras la cena a base de tapas de la tierra regadas con diferentes tipos de vino de pitarra en el mesón de "la Pitarra del Gordo", nos encaminamos hacia una de las murallas de la ciudad, que era donde se celebraba el festival. Allí, entre multitud de todo tipo de personas de diversas edades y condición, disfrutamos de un concierto que nos hizo saltar y bailar al ritmo de un virtuoso violinista y un fenomenal flautista hasta las 2:00 de la madrugada.
Recordando todo lo que habíamos visto durante el día nos quedó el mal sabor de boca de no habernos acordado del cementerio de los alemanes cerca del Monasterio de Yuste, pero eso es otra excusa perfecta para volver a esta estupenda tierra llena de contrastes.
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muy guapo, si señor.- Felicidades.
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