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lunes, 3 de septiembre de 2012

POR TIERRAS LEONESAS Y EXTREMEÑAS (Último capítulo)

Sábado- 8:30 de la mañana. Abro el balcón de mi habitación y me encuentro las paredes del monasterio frente a mí. Hemos llegado al final de nuestro viaje pero aún nos falta todo el día para disfrutarlo. Hemos quedado a las 9:00 en la terraza del hostal para desayunar antes de ir a visitar la basílica y el monasterio. Por desgracia nos toca el camarero más "malaje" de toda la localidad. Desayunamos rápido y nos vamos a dar una vuelta por la localidad antes de que comience la visita a las 10:00am..La entrada a la basílica es libre, por lo que nos encaminamos hacia ella y pasamos unos minutos disfrutando con la vista de su suntuoso retablo, sus ricas columnas y sus bóvedas. Son muchos los devotos que pasan por aquí y se postran ante la "Señora" de la villa mostrándole culto. Por si acaso; ya que estamos; le pido para que nos permita regresar a casa sin contratiempos.
Desde la basílica nos vamos para el monasterio y pagamos los 4€ que cuesta la visita, contando con un guía que nos llevará por sus museos, su claustro y por la sacristía. El claustro es la única parte de todo el monasterio en la que te dejan echar fotografías y una vez que termine la visita. Entre las estancias que se pueden ver se encuentran varias salas con exposiciones de bordados, con algunas prendas de varios siglos de antigüedad (la de los oficios de difuntos me recordaba al parche de los customs-bikers con tantas calaveras); exposiciones de libros miniados, que se utilizaban para los cantos de los frailes; y de obras pictóricas y escultóricas de varios artistas entre los que se encontraban Goya, Zurbarán, El Greco,...e incluso un pequeño crucifijo de marfil tallado por Miguel Ángel, según se creía. Pero lo más fastuoso, sin duda alguna, fue la sacristía, apodada como la pequeña Capilla Sixtina, por los frescos que adornan toda la estancia y las obras de Zurbarán, y las sala donde se encuentran un sin fin de reliquias de santos y donaciones de devotos de la Virgen de Guadalupe. La visita quedaba terminada aquí, y desde este momento, se haría cargo de nosotros un fraile franciscano (los jerónimos fueron expulsados) que nos llevó hasta la mismísima imagen de la Virgen. Cualquier persona que solicite ver a la Virgen pero que no quiera pagar la visita por el monasterio es libre de decirlo en recepción y un fraile le llevará hasta Ella si coste alguno, ya que dicho templo es un centro de peregrinación y cualquier persona puede rendir culto sin tener que pagar. Desde el claustro accedimos a la Hospedería del monasterio (la próxima vez me alojo aquí) para salir del templo y nos dirigimos en busca de las motos para volver a cargarlas y tomar rumbo sur hacia nuestra tierra, saliendo de la localidad por la pintoresca Calle Sevilla.
Desandando nuestros pasos del día anterior, volvimos a subir Puerto Llano, pero en esta ocasión, en lugar de seguir hacia Cañamero, tomamos el desvío de Obando durante algunos kilómetros, ya a unos 5 kms nos encontramos el desvío de Valdecaballeros. Hasta esta localidad las carreteras son anchas, con arcén y con un asfalto bastante bueno, siendo el trazado muy rápido ya que las curvas son en su mayoría bastante amplias y largas, lo que facilita la conducción. Desde Valdecaballeros hasta la presa del Embalse de García de Sola, la carretera se estrechó un poco y se volvió un poco más rugosa aunque sin ser molesta. Lo que si cambió fue el paisaje, que recordándome al Chorro (Málaga), nos dejó estampas preciosas del embalse entre las montañas cubiertas de enormes pinos. Desde el poblado de la presa hasta Talarrubias el asfalto cambió a peor, obligándonos a ir un poco más despacio y esquivando baches y grietas en la calzada. Este pueblo fue el elegido para repostar tanto nosotros como las motos, aprovechando para preguntar por un buen sitio para comer en el siguiente pueblo: Puebla de Alcócer, que mostraba en su perfil el castillo que antaño vigilaba este paso y que hacía unos años ya visité con Luisiyo. Por unanimidad escogimos La Huerta, junto a un antiguo convento derruido. Por 10€ nos comimos un menú que quitaba el sentido.
Saliendo de la localidad en dirección Cabeza de Buey, comenzamos a rodar por una atractiva carretera por su curvilíneo trazado, que nos llevó a atravesar por varios puentes el embalse de La Serena, entrando en Andalucía poco después de abandonar dicha localidad. A partir de aquí, y hasta que llegamos a Alcaracejos, la carretera se volvió bastante aburrida ya que era una sucesión de largas rectas. De este tramo sólo destacar la silueta del castillo de Belalcázar y la parada junto a la catedral de Hinojosa del Duque para tomar un café y que casi nos cuesta una multa por aparcar en zona prohibida; menos mal que el municipal se enrolló al final.
Una vez que llegamos a la N-432 propuse de evitar la autovía desde Córdoba, metiéndonos por la Sierra de Hornachuelos a través de Villaviciosa, ya que Manolo no conocía esta bonita carretera. No fue una buena idea, ya que esta carretera cuenta con un sin fin de curvas y es muy estrecha, por lo que te obliga a ir muy tranquilo, y después de todo lo que llevábamos encima nos resultó muy pesada hasta que llegamos a Posadas. Desde aquí, Palma del Río, Écija y despedida en el cruce de El Rubio, donde cada uno tiró para su casa después de un fuerte abrazo, con el deseo de volver a repetir la experiencia. Y para ser sincero y sin querer parecer pelota, diré que con compañeros de viajes como los que he tenido, me importa un caraj... el destino. Sólo espero que en el próximo podamos juntarnos algunos más.
Nos vemos en la carretera.
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