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TU BLOG DE RUTAS POR ANDALUCÍA

miércoles, 7 de agosto de 2013

RUTA DE LOS CASTILLOS FRONTERIZOS (BADAJOZ)


 El pasado fin de semana volvimos a lanzarnos a la carretera. En esta ocasión nuestro destino era una ruta por el suroeste de Badajoz para contemplar los castillos que defendían las fronteras entre los reinos de España y de Portugal, y que iban pasando de una mano a otra según quién tuviera más ganas de dar guerra. Nuestro destino para hacer noche era la preciosa localidad de Olivenza, pero en nuestro itinerario serían muchas más localidades las que nos obligarían a hacer una parada. La principal diferencia con respecto a la ruta anterior era que en esta ocasión nos juntamos tres parejas, por lo que las barbaridades y las bromas estaban garantizadas.
Aunque parezca mentira, volvimos a ser puntuales y a las 7:30 estábamos saliendo del parking de la Nueva Andalucía que era el punto de encuentro, partiendo hacia Sevilla para enlazar con la Ruta de la Plata, que nos llevaría hasta Santa Olalla del Cala, donde haríamos la parada habitual para desayunar, no sin antes haber tenido ya un pequeño incidente que nos entretuvo unos minutos por un fallo del encargado de la gasolinera donde previamente repostó Manolo.
Tras el desayuno y unos cuantos kilómetros por una bonita carretera rodeada de dehesas llegamos a Segura de León, donde nos encaminamos hacia su castillo de la Orden de Santiago y que por un euro pudimos recorrer toda la ronda de guardia y una chica muy amable nos enseñó las habitaciones del hotel y las demás dependencias. Una auténtica maravilla para quedarse a hacer noche. Desde Segura de León continuamos hacia nuestro siguiente destino: Jerez de los Caballeros, pasando previamente por Fregenal de la Sierra donde pudimos contemplar desde la circunvalación la silueta de su castillo templario. Al llegar a Jerez de los Caballeros, como ya lo conocía, fuimos rápidamente a la zona de las murallas y de los restos de su castillo, donde disfrutamos de un agradable paseo, ya que la calor aún no había comenzado a apretar. Desde aquí bajamos hasta la plaza donde nos tomamos una cervecita en el Café Jerez y que os recomiendo por su exquisita decoración e inmejorable trato. Justo frente a la terraza se encontraba la iglesia de San Miguel Arcangel, luciendo orgullosa su torre barroca que despunta sobre el cielo jerezano. A pesar del mal estado de algunos de los frescos de sus paredes, la iglesia impresiona dando más aspecto de pequeña catedral que de iglesia. Un paseo por el casco histórico nos llevó a visitar la otra torre con más encanto de la localidad: la torre de la iglesia de San Bartolomé, con sus característicos azulejos decorando su fachada. A pesar de todos los atractivos que se encuentran en Jerez tuvimos que reanudar la marcha en dirección Villanueva del Fresno, aunque afortunadamente nos paramos a almorzar en el bar "Los camioneros" de Oliva de la Frontera, donde nos indicaron que la carretera que conduce directa hasta Villanueva estaba en muy mal estado y que nos interesaba dar un pequeño rodeo por la localidad de Valencia de Mombuey. No tardamos demasiado ya que no eran muchos kilómetros, la carretera a parte de no tener arcén estaba bastante bien y el buen número de curvas que encontramos no volvían lento el ritmo. El problema que encontramos fue que la localidad no tenía bien indicadas las salidas del pueblo y parecía que estábamos en el laberinto del Minotauro. Tras varias vueltas y equivocaciones encontramos unas señoras que nos indicaron y pudimos salir de dicho laberinto, continuando nuestro camino hasta Alconchel, que sería nuestra última parada hasta llegar a Olivenza. El pueblo en sí no nos llamó la atención, pero su castillo encaramado a lo más alto de uno de los montes no podíamos dejarlo pasar. Nos apenó ver que faltaba casi una hora para que comenzara el horario de visita, pero unos portugueses que se encontraban allí de excursión nos avisaron que ellos habían avisado a la guía y que iban a abrir el castillo en 5 minutos. Dicho y hecho. En cinco minutos la guía nos estaba explicando qué ver en el castillo y el itinerario que debíamos seguir ya que lo haríamos a nuestro aire y gratis. Lástima que al maniobrar con las motos para descender Manolo perdiera el control de la moto mientras daba la vuelta y se le cayó al suelo dejándole maltrecha la espalda.
Después de la visita y de 20 kilómetros entramos en la ciudad de Olivenza, donde encontramos sin problemas el Hostal Los Amigos, donde haríamos noche por 40€, con las motos guardadas en un patio interior y con derecho a desayuno.
Una vez ubicados e instalados tocaba inspeccionar la localidad, así que nos fuimos a la Plaza de España, donde dejamos aparcadas las motos y nos adentramos andando en la ciudadela, que es la parte que quedaba dentro de la alcazaba que defendía la localidad, accediendo a ella por diferentes puertas que han resistido el paso del tiempo. Cómo se celebraba misa en la iglesia de Santa María del Castillo, aprovechamos para echar un vistazo a su interior, donde nos sorprendió el árbol genealógico de María y Jesús de madera tallada y policromada. Como iba llegando la hora de cenar, recurrimos al plan de siempre: buscar a un par de autóctonos de la localidad y preguntar por un sitio para comer con las 3Bs. Entre las ofertas que nos dijeron nos decidimos por la taberna de la Rala, que aunque no tenía una gran variedad de tapas, era cuanto menos pintoresco con su decoración a base de carteles publicitarios que podían tener mi edad. ¿Os acordáis de la Mirinda?.
Tras la cena decidimos volver a por las motos para tomarnos la penúltima en la terraza del hostal, ya que se encontraba a la salida del pueblo y no queríamos tener tonterías con las autoridades y las pruebas de alcoholemia. Al volver a la Plaza de España, lo que nos pareció por la tarde una bonita y gran plaza, ahora estaba abarrotada de clientes de los diferentes establecimientos que la rodean. Había bastante ambiente pero no queríamos arriesgarnos como ya he dicho antes.
Por la mañana visita al Alcázar y al museo etnográfico extremeño, donde nos llamó mucho la atención la zona dedicada a antiguos oficios, donde daba la impresión que los trabajadores acababan de salir de trabajar: la herrería, la barbería, la tienda de ultramarinos,.... y todo ambientado a finales del siglo XIX y principios del XX. Una pasada. Por los dos euros de la entrada también se permitía subir a las murallas y a la torre del homenaje del alcázar, que nos obsequiaron con unas vistas fabulosas.
Sobre las 12:00 tocaba despedirnos de José e Isabel, ya que ellos se iban a pasar su semana de vacaciones recorriendo el norte de Extremadura y parte de Castilla y León. ¡Qué envidia!. Nosotros pusimos rumbo a casa. La idea era dirigirnos hacia Zafra, haciendo una parada en Nogales para visitar su fortaleza, aunque desgraciadamente nos la encontramos cerrada, así que continuamos hacia Zafra, donde después de un paseo por sus famosas plazas, nos encaminamos hacia un lugar que nos recomendaron para comer. Detrás de la Plaza de Toros, hay un local llamado El "Comeero", que es un bar acondicionado por el propietario de un matadero, que así "mata dos pájaros de un tiro", ofreciendo carne de buena calidad y a buen precio. Todo lo que pedimos estaba de rechupete. Para el postre, nos encaminamos hacia el parador, antiguo palacio de los duques de Feria, donde tomamos el café antes de continuar nuestro camino hacia Llerena, por interminables rectas que hicieron aburrido el camino hasta esta localidad donde hicimos un alto para resguardarnos del calor que ya empezaba a apretar. Menos mal que en pocos kilómetros ya estábamos metidos en la Sierra Norte de Sevilla y el ambiente volvió a refrescar, y aún más cuando nos acercamos a la orilla de la "playita" de San Nicolás del Puerto, donde volvimos a hacer una parada técnica, hasta calcular que cuando bajáramos a los llanos ya estuviese cayendo el sol y así no achicharrarnos.
Y esto ha sido todo. Sin lugar a dudas lo mejor del viaje las localidades visitadas, todos esos monumentos cargados de historias y la compañía de amigos que hacen más amenos los momentos compartidos. Lo peor de la ruta: carreteras donde predominaban las rectas, los paisajes llanos y montes bajos de tierras de cultivo tostadas por el sol. Seguramente habrá que plantearse repetir la experiencia en primavera para encontrarse los campos verdes, pero eso será en otra ocasión. Todavía quedan muchos destinos por conocer y muchas localidades que esconden viejos tesoros con los que sorprender a nuestros ojos.
Nos vemos en la próxima.
PARA VER LA RUTA PINCHA AQUÍ


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