Como ya os he comentado en la introducción del mes de noviembre, me gustaría abrir una sección donde se recojan todos esos pensamientos que empiezan a darnos vueltas cuando vamos tranquilos en la moto y comienzan a rondarnos la cabeza. Algunos piensan en el trabajo, en su relación de pareja, otros tararean canciones (algunos hasta la banda sonora de Bob Esponja, que yo lo sé),... Pero esta sección va más encaminada a esas paranoias que nos dan de vez en cuando que nos llevan a pensar en cosas absurdas, que a veces tienen una lógica aplastante. Por ejemplo, hoy mismo, cuando íbamos hacia la concentración de Constantina, mirando las nubes amenazadoras que nos rodeaban me acordé de una anécdota y me dio por pensar que efectivamente "el tamaño si que importa". No, no te voy a hablar de nada sexual, pues cada uno nos tenemos que apañar con lo que nos ha tocado e intentar sacarle el mayor provecho posible... aunque ahora que lo pienso...Si la media española del tamaño del pito es de 15 centímetros...¡Qué contenta tiene que estar la novia del que se ha quedado con mi parte proporcional! ¡Hijoputa!
A lo que íbamos; el tamaño si que importa y os voy a contar mi teoría. Viendo las nubes sobre nuestras cabezas y siendo consciente de que nos íbamos a mojar, se me vino a la cabeza el día en el que íbamos subiendo para Santiago de Compostela y el cielo se puso totalmente cubierto después de comer, cuando todavía faltaban más de 200 kilómetros para llegar. Así que, todos previsores, echamos mano de los trajes de agua impermeables que nos habíamos comprado en los chinos por si nos llovía en el viaje a Galicia. Volviendo semanas antes, os diré que me acerqué hasta una tienda de chinos aconsejado por mis compañeros de ruta, y le pedí a uno de los vendedores que me enseñara un impermeable de los que tenía por allí, pidiendo la talla XL, pues había que tener en cuenta que eso iría por encima de la chaqueta cuero. Cogí la parte de arriba del impermeable y me lo probé, quedando desahogado para poder moverme. Me lo llevé a casa, lo metí en la mochila, y ya no volví a sacarlo hasta ese día en el que tuvimos que echar mano de él ante la amenaza de agua. ¡Cuál fue mi sorpresa y la de mis compañeros/as de viaje cuando me puse el traje de agua completo! Todos comenzamos a descojonarnos de risa, aunque la mía era por disimular el ridículo. La parte de arriba quedaba de p...madre, pero el pantalón me quedaba por encima de los tobillos, con las botas de media caña, y además en plan torero, ajustado que casi no podía moverme. El resultado como podéis imaginar fue desastroso para mis pobres pies, que se pusieron chorreando nada más comenzar a llover, pues el pantalón resbalaba todo el agua por las pantorrillas hasta dentro de las botas, donde creo que se formaron hasta charcos, pues al andar era la sensación de meterte descalzo por la orilla de la playa.
Así que amigo mío, si vas algún día a comprarte un traje de agua, pruebatelo antes "entero" porque "el tamaño si que importa". Si algún día supero el trauma de aquel día, os pondré la foto que me hicieron cuando salí del servicio con el traje de agua puesto.
Os dejo unas fotillos del rato que estuvimos en la concentración de Constantina, que también nos calló la del pulpo. El agua impidió que se formara una buena peña de gente en la concentración, pues todo el mundo iba llegando y se iba a algún bar a tomar algo caliente, y en cuanto abría el día se quitaban de en medio.
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