martes, 28 de agosto de 2012

POR TIERRAS LEONESAS Y EXTREMEÑAS (Capítulo I)

Son las 5:24 de la madrugada del lunes 20 de agosto y todavía falta una hora para que suene el despertador. Después de varios meses desde que comenzamos a hablar de irnos una semana en moto por el centro de la Península, por fin ha llegado el día. Han sido semanas de preparación de la ruta, de buscar información de las mejores carreteras, de los mejores itinerarios y de aquellos lugares que merecen una parada en el camino o dedicarles más tiempo. Las 5:48. El reloj parece que no corre...¡Suena yaaaa!. Por fin a las 6:30 se disparan todas las alarmas y salgo de la cama como un resorte. Flori se da prisa en prepararse ya que sabe que estoy deseando salir y no quiero llegar tarde al punto de reunión en Écija con Manolo y Paqui, que vienen desde Gilena. Mientras voy saliendo desde Lantejuela voy pensando en los kilómetros que nos esperan, si tendremos algún contratiempo en la carretera o con la meteorología y me asaltan las dudas si la moto aguantará toda la semana... En fin; si me quedo en casa es como no lo sabré nunca.
Con puntualidad casi inglesa salimos a las 8.00 desde Écija por la A-4 en dirección Córdoba con poco tráfico y buen ritmo haciendo una pequeña parada en La Carlota...(A tomar café, no seáis mal pensados). Dejando atrás Córdoba comenzamos a ascender por la N-432 en dirección Badajoz para buscar la N-502 que asciende hasta Ávila pasando por localidades como Alcaracejos, Almadén, Puerto Rey, Talavera de la Reina y nuestro destino para esta primera etapa: Arenas de San Pedro. Desde que salimos de Córdoba todo fue un auténtico disfrute para rodar en moto; subidas y bajadas, un buen montón de curvas enlazadas para ir inclinando la moto a un lado y a otro sin tener que variar demasiado el ritmo (a excepción de los kilómetros posteriores a Almadén que es más técnico con curvas de 30 y 40 kms/h). El paisaje iba variando continuamente alternando zonas de sierra con dehesas, con campos de cultivo de cereales que este tiempo les daba un aspecto muy árido, zonas boscosas como las que rodeaban al embalse de Cijara o una vez que nos acercábamos a Arenas de San Pedro, a las faldas de la Sierra de Gredos, y zonas mineras como los alrededores de Almadén que no puede esconder su oficio. A nuestro paso, multitud de poblaciones nos contemplaban haciendo gala de las torres románicas de algunas de sus iglesias y de sus fortalezas encaramadas sobre altos cerros para vigilar el paso de los viajeros como las de Sta. Eufemia o Herrera del Duque. Tras varias paradas para repostar y para hidratarnos por el calor sofocante llegamos a Talavera de la Reina atravesando el río Tajo por uno de sus muchos puentes y que nos llevó a las mismas murallas que defendían antaño esta bonita ciudad toledana y de la que me he quedado con ganas de volver para visitarla a conciencia. Eso sí; con menos calor. Desde aquí nos restaban menos de 40 kilómetros hasta llegar a nuestro destino, rodando por una zona muy divertida para la moto a medida que nos acercábamos a la sierra de Gredos. Al encontrar sin problemas el Hostal Avenida y soltar los petates, la bella recepcionista polaca que nos atendió nos recomendó que nos refrescáramos en las piscinas naturales cercanas a la localidad en el Río Pelayo. El solo paseo hasta allí ya hubiese merecido la pena, pero el baño relajante en sus aguas frescas rodeados de un verde bosque que cubría el lugar nos dejó maravillados. Tras volver al hostal y una buena ducha nos fuimos a dar una vuelta por la localidad para conocer un poco sus atractivos (los puentes medievales, el castillo, el palacio,...). Para ser un pueblo de interior, sus calles tenían mucha vida siendo lunes  y después de preguntar por un buen sitio para comer, dirigimos nuestros pasos desde las murallas del castillo, donde dejamos aparcadas las motos, hasta una agradable plazuela donde dimos buena cuenta de una riquísima cena regada con cerveza mahou. Como el calor del día había hecho mella y la jornada había sido larga decidimos irnos a dormir a medianoche ya que al día siguiente nos quedaba otro buen puñado de kilómetros hasta nuestro segundo destino: La Alberca, en la provincia de Salamanca. Con las motos aparcadas bajo nuestras ventanas y con las vistas de la sierra de Gredos no tardamos en quedarnos dormidos.
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