Si seguís este blog habitualmente, sabréis que mis rutas, las suelo hacer en domingo, y normalmente acompañado de los colegas. ¡Y sí!... Tienes razón: soy un dominguero. Pero al igual que la mayoría de los mortales, tengo un trabajo que debo atender y una pareja a la que no puedo estar dejando sola cada dos por tres, aunque me encante rodar en moto. ¡A lo que íbamos!...
El pasado martes, después de desayunar, estaba reflexionando sentado en el trono (no precisamente el de hierro, como en la famosa serie), cuando escucho que suena el móvil de mi novia y la escucho que está hablando por teléfono. Cuando bajo de mi reflexión, me comenta que la han llamado de casa y que se va a ir a echar una mano en unos asuntillos de uno de sus hermanos. Y me dice: -"¿Por qué no coges la moto y aprovechas para darte una vuelta y así no estás todo el día aquí aburrido?". Terminar la frase, darle un beso y bajar las escaleras poniéndome la "chupa" sucedió en cuestión de segundos.
9:30 am...Mientras arranco la moto, me pongo a pensar dónde poder ir. La solución se vino a la cabeza rápidamente. Hacía dos semanas había preparado una ruta por las costas de Huelva y por motivos familiares me tuve que quedar fuera de la ruta. Además, en las noticias de la mañana, la zona de Huelva la ponían como que no iba a hacer mucho calor, así que arranco la moto y pongo rumbo a Sevilla.
En cuanto paso Castilleja de la Cuesta por la autovía, viendo la cantidad de tráfico que hay en cuatro ruedas, y que van con el ansia viva, de llegar a su destino, decido salirme de la autovía y tomar la antigua general, que pasa por Sanlúcar la Mayor y que conduce hasta San Juan del Puerto, pasando por la localidad de Niebla. Niebla, es una población fortificada, rodeada por murallas y con un castillo. Siempre me gusta parar a desayunar frente a las murallas, para contemplarlas mientras me tomo la tostada y el café. Tras el desayuno, me meto intramuros con la moto para acercarme hasta la iglesia de Sta. María de la Granada y darme una vuelta por la localidad y los miradores de sus puertas. Tras la visita, continúo por la carretera que traía en dirección San Juan del Puerto, desviándome en el cruce que me indica Moguer, localidad de nacimiento de Juan Ramón Jiménez y su universal "Platero y yo". En esta ocasión no me paro demasiado, continuando mi camino hacia Palos de la Frontera, localidad que está íntimamente ligada al Descubrimiento de América, por el navegante genovés. Me acerco hasta la iglesia de San Jorge, de donde salieron los navegantes de la expedición de Colón, ya bendecidos para su aventura trans-oceánica, y me la encuentro en restauración, aunque reconozco que sólo por ver las bóvedas y la imagen de San Jorge con el dragón, ya mereció la pena entrar.
Siguiendo mi camino, en pocos minutos, desde Palos de la Frontera, llego al complejo de la Rábida. En esta ocasión no me acerqué al monasterio en el que estuvo recluido Colón, preparando su viaje al "Nuevo Mundo", sino que me fui directamente al muelle de las carabelas. De todas las veces que he andado por aquí, ha sido la vez que más personas he visto entrando para hacer la visita, así que me animo a entrar. Las chicas de recepción, son muy amables, y al preguntar si había descuentos para maestros, me invitan a realizar la visita sin costarme nada. Fue toda una experiencia caminar por las embarcaciones y poder comprobar las condiciones en las que tuvieron que viajar estos valientes marineros.
Las horas van pasando, y hay que seguir el camino. Mi próxima parada, sería Mazagón. La carretera desde La Rábida iba con bastante tráfico, pero me iba entreteniendo con la visión de los polígonos industriales al principio, y luego con las dunas y los pinares que rodean la carretera. Al llegar a Mazagón, la idea era buscar algún chiringuito para comer, pero antes me pasé a hacer algunas fotos en el puerto marítimo. Allí vi que había un local y decido sentarme en su terraza para tomarme una cerveza mientras contemplo la flota que hay amarrada frente a mí. Veo que es un local de tapas y que tienen buenos precios, así que para qué voy a irme a la playa, con el riesgo de no encontrar un hueco para la moto o que se me caiga con la arena. Con mi cerveza en la mano, la moto aparcada cerca de los barcos y unos chocos fritos en la tapa me acuerdo de la "chica del tiempo" y de toda su familia... ¡La Virgen qué calor!...¿Dónde está el fresquito que decía?.
Dejo Mazagón, buscando el Parador de Turismo... Me voy a dar el capricho de tomarme el café en su cafetería y ver cómo es por dentro. Me decepcionó un poco, ya que es una edificación moderna, muy alejada de la imagen de parador que todos tenemos de edificio medieval, parecido a un castillo. Tras el café me acerqué hasta su playa, que estaba a rebosar, entre los acantilados y el agua.
Vuelvo a la moto y me adentro por la carretera en el Parque de Doñana, acompañado todo el camino por una gran extensión de pinos y de frecuentes señales que te avisan que extremes las precauciones por si se te cruza un lince. ¡Y me asaltaba una duda!... Si se me cruza un lince y me hace caer de la moto, ¿a quién socorrerían primero?...¡Está claro!... ¡A mí!.. Me necesitan vivo para que pague la multa.
Con estas reflexiones llego a Torre la Higuera, en Matalascañas, que como siempre está rebosante de vida y veraneantes...¡Dios mío, qué calor!... Ni al lado del agua se estaba fresco, pero como soy un poco masoquista, decido darme un paseo por las dunas antes de continuar hasta El Rocío.
Llego al Rocío, y como siempre, es toda una aventura llegar con la moto hasta el aparcamiento que hay frente a la ermita. Yo creo que el gorrilla no me quiso cobrar, por lo entretenido que lo tuve hasta que conseguí aparcar la moto, peleando con ella para que no me dejara caer en la arena. Por suerte, no me caí en ningún momento, pero si alguien me grabó en vídeo, me encantaría verlo, porque tuvo que ser un espectáculo. Perecía un niño en un taca-taca con paso vacilante.
Son más de las 16:00 y todavía me queda el regreso a casa. Al llegar a Almonte me desvío hacia Hinojos para buscar la A-474, que me conducirá hasta Castilleja de la Cuestra. Bonita carretera, bonito trazado y muchas gasolineras donde poder parar para tomarme una botella de agua e hidratarme. ¡Ozú que calor!
Sobre las 19:00, llegué a casa. Molido, acalorado, sediento, pero satisfecho de haber disfrutado de una jornada de motos que me encontré sin esperarlo. A ver si tengo suerte, y le salen más cosillas que hacer a la parienta.
Nos vemos en la carretera
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